CAPÍTULO V  (SIGLO XVI):   “El Caño y la Concordia de Riego”

                           “El Caño y la Concordia de Riego”

historia     

Hace unos SEIS MIL AÑOS, aproximadamente, allá en el Oriente  Próximo, en las vastas regiones situadas entre los dos grandes ríos, el Tígris y el Éufrates, tuvo lugar  el primer acontecimiento que marcó la Historia de la Humanidad. Ya se habían amansado las bestias, ya se había descubierto la utilidad de la rueda, habían descubierto la siembra intensiva con las consiguientes y provechosas realidades. Habían  conseguido pasar de recolectores y cazadores nómadas, a sedentarios ciudadanos con ideas claras de urbanismo y administración. Habían dominado el fuego, y con los únicos materiales que disponían para construir: arcilla y agua, amasaron barro, que luego cocieron para conseguir el ansiado ladrillo, elemento esencial en las construcciones de sus casas, templos y obras públicas.

Los Sumerios, pueblo Caucásico, llegado del norte, al que debemos la mayoría de Los logros en la zona, inventaron la escritura cuneiforme, y plasmaron en arcilla la gran epopeya, primera en la Historia de la humanidad: “LA LEYENDA DE GILGAMESH.”

Pero dónde los Sumerios fueron maestros, sobre todo, fue en la utilización del principal recurso de explotación en su economía: EL AGUA.

Vivian en pantanos, en los lechos de los ríos, que podían cambiar de forma violenta en un abrir y cerrar de ojos. Tuvieron que elevar las tierras bajas y pantanosas por encima del nivel de las aguas con obras de ENCAUZAMIENTO, Y CONSTRUIR CANALES PARA EL DRENAJE. Tanto los canales de drenaje como los de RIEGO, los construyeron de forma colectiva. Tal era el éxito en la producción, que emplearon los templos como almacenes para guardar los excedentes: especialmente cebada, trigo, mijo y sésamo. Con estos excedentes en la producción, al mismo tiempo que carecían de todo tipo de minerales, iniciaron con los pueblos vecinos una serie de trueques o cambalaches, que se puede considerar como el inicio del comercio internacional.

Lo cierto y definitivo es: que EL CRECIENTE FÉRTIL, COMO ALGUNOS LO LLAMARON, EL PARAISO TERRENAL, COMO LO LLAMARON OTROS, O MESOPOTAMIA, COMO LO LLAMAMOS TODOS, subió al techo de la Historia como la PRIMERA y MAS GRANDE DE LAS CIVILIZACIONES  antiguas del UNIVERSO. También se ha considerado, en cuanto a los avances agrícolas, como la GRAN REVOLUCION AGRICOLA DE TODOS LOS TIEMPOS.

Y Uds. se preguntarán ¿Qué tiene todo esto que ver con Santa Cristina? !Vaya si tiene que ver!

Con Santa Cristina y con todo el Mundo. He obviado intencionadamente el declarar como virtuosísimos a los Sumerios en el manejo de la agricultura, especialmente en lo que a los regadíos se refiere; construían presas o azudes en medio de los ríos o riachuelos con los que hacían subir la altura del agua, esta diferencia la aprovechaban para desviar hacia canales gran cantidad de ella. Una vez canalizada, y con una red impresionante de pequeños canales o regaderas, la distribuían por todas las explotaciones en producción, empleando el novedoso sistema de encharque o inundación por el pie. Este mismo sistema   lo seguimos empleando hoy mismo en la zona del canal de Manganeses.

El método de construcción de la presa, así como el riego, coincide plenamente con el experimentado en Mesopotamia, pero 5.500 años después.

Ya antes de realizar la presa habrían construido el canal o caño para inmediatamente poder derivar el agua por el mismo.

La construcción del caño se me antoja dificilísima y muy costosa en esfuerzo; si tenemos en cuenta la poca gente que albergaban nuestros pueblos, así como la precariedad de medios a su disposición, (algún arado, carro, picos y palas). En esta situación es probable que la puesta en funcionamiento duraria varios años. Esto referido a Manganeses, que fue el que más esfuerzo tuvo que hacer al tener que, además del caño en su jurisdicción, tener que construir la presa.

Esto supone que cada pueblo tuvo que pechar con su parte. Tanto Santa Cristina como Requejo participaron en esta “epopeya”. Dudo que el Conde al coincidir su dehesa “El Bosque” con nuestro término, echara una mano.

canal

Todos estos sacrificios los realizaron de forma colectiva (de la misma manera que lo habían hecho en Mesopotamia), eran muy pocos y además todos tenían interés en el proyecto.

Además, Manganeses tenía la propiedad del rio. En aquellos tiempos, y durante muchos años después, legalmente, se consideraba a los ríos propiedad de los Concejos en el discurrir por su término municipal.

El resultado debió de ser asombroso, imposible evaluar desde la perspectiva del tiempo.

Solo era una presa de ramaje, solo era un caño de tierra, solo eran pequeñas regaderas también de tierra y,-eso si-llenas de topineras que había que descubrir y luego tapar porque de lo contrario apenas llegaba el agua a las fincas. Con todos los inconvenientes del mundo, que iré desgranando más tarde, no me queda otra que Exclamar: ¡!Bendito Caño ¡!.

A continuación, voy a contarles una pequeña historia para que sean Vds. mismos quienes se pongan en disposición de juzgar sobre la importancia del Caño a través de la Historia.

Siendo yo muy niño, mi tío Leonardo me llevó a regar alguna de las pequeñas tierras que poseía, él me llevó, pero la que empujó para que me llevara fue mi tía Paca. Perfectamente entendible la postura de mi tía, el “ferido” le correspondía por la noche (esta palabra cuyo significado comprendo, no la he encontrado en el Diccionario) y, consecuentemente, o regabas por la noche o no regabas. Mi tía tenía miedo que a mi tío le pasara algo y no pudiera ser auxiliado. Lo de menos era la ayuda que yo pudiera prestarle, sin embargo, mi presencia les daba tranquilidad por cuanto yo avisaría en caso de accidente.

Recuerdo un buen día, creo que del mes de abril o mayo del año 1950 o 1951, nos tocó el “Ferido” para regar en “El Carrascal”, a eso de las ocho de la tarde para allá fuimos, armados, cómo no, de una pala, una azada y una linterna de aquellas de petaca. Al llegar al Caño estaba el guarda del mismo, Eusebio “El vivo” (lo siento, pero del apellido no me acuerdo), este nos abrió la compuerta y mi tío empezó a cavar en la regadera para construir la presa y abrir un surco para que el agua llegara a nuestra finca.

La distancia que había entre el canal y la finca eran aproximadamente 200 metros; 200 metros de regadera que parecía una criba por la cantidad de agujeros que tenía, y que no eran otra cosa que topineras.

A la vista de la situación, mi tío inició la operación de taponarlas explicándome cual era el procedimiento: corta la hierba del fondo, dóblala y la introduces por la parte interior del agujero. Si no cede la salida de agua, busca otro hasta que lo consigas. De las topineras que tapes depende el tiempo que nos toque estar aquí regando. Tenía razón, del canal salía mucha agua, pero a la finca entraba poca; la mayoría se la tragaban las topineras.

Puse todo el empeño del mundo por cumplir con mi cometido, había caído la noche y allí no se veía ni a jurar; varias veces tropecé, y mis piernas se hundieron en el barro. Para lavarlas tenía que meterme en la regadera. A la oscuridad de la noche que era cerrada como la boca de los lobos, el frio  hacía mella en mi cuerpo de niño, que unido al cansancio acumulado y al sueño, se unió la ropa empapada que apenas me dejaba mover.

De cuando en cuando me acercaba a la finca para ver a mi tío. En varias ocasiones me llamaba él para asegurarse que yo estaba bien. Una de las veces que fui a verle, mejor dicho, a contactar con él de voz en grito, porque verle era imposible, le pregunté si faltaba mucho, él me contestó: ya no hace falta que tapes más topineras, dentro de un momento voy a cerrar la compuerta y con el agua de la regadera esto se acaba. Así fue, se acercó hasta el caño, bajó la compuerta y se dirigió a una piedra grande de cantera que estaba en la banzonera de la regadera (banzonera es otra palabra que no figura en el Diccionario, pero era muy utilizada por los labradores del Siglo XX) y se sentó tranquilamente. Cuando me acerqué a él y me di cuenta del estado lamentable en que se encontraba, con el barro hasta las cachas, apenas se le veían los ojos debido a las salpicaduras del agua, le hice una pregunta: tío ¿ES NECESARIO TODO ESTO?, A LO QUE ÉL ME CONTESTÓ: “AUNQUE SOLO SEA UN FERIDO, SI SE HACE BIEN, TIENES ASEGURADA LA MITAD DE LA COSECHA”. Y continuó: mi padre (Sr. Gregorio Díez) siempre ha dicho: “CUANDO HAY PAN EN UNA CASA, LAS COSAS SIEMPRE SE VEN DE OTRA MANERA”. No pude contestarle, un simple asentimiento con la cabeza, por mi parte, le llevó al convencimiento de que estaba de acuerdo. Siguió sentado un par de minutos más, ensimismado, con la mirada fija en ninguna parte, le dio unas chupadas al cigarrillo y de pronto se levantó: vamos para casa que tengo frio, -me dijo-.

No pudimos saber la hora que era, no teníamos reloj, pero el alba apuntaba por el naciente, nos lavamos las manos y la cara, montamos en la mula que habíamos quedado atada a un sardón, y llegamos a casa siendo ya de día. Mi tía nos tenía la leche bien caliente, desayunamos y nos fuimos a dormir. Lo que pasó inmediatamente después prefiero callarlo.

Dentro de la reflexión lógica, me percaté de la importancia del Caño para tantas y tantas generaciones. Mi tío no me había dicho toda la verdad: el Caño, los “Feridos”, las “Banzoneras”, etc., etc., no solo fueron media cosecha, fueron la propia vida de muchas personas. Remodelado ya, sigue siendo importantísimo en el devenir de los Pueblos.

ESCRITURA DE CONCORDIA———-AÑO 1542

No puedo concretar el año que entró en servicio el Canal de Manganeses, pero según se desprende de la Concordia, cuando el Concejo y vecinos de Manganeses cortan el agua del caño y la vierten al rio, este llevaba pasando por los términos de Requejo, Santa Cristina y el Bosque desde siempre. Esta expresión es indeterminada, por eso tengo que especular con el tiempo.

Yo creo que el caño fue construido poco antes de 1480 y entró en servicio alrededor de esas fechas.

Ya hemos visto cómo se construyó, los motivos de los aldeanos para hacer los enormes sacrificios que conllevaba mover la ingente cantidad de tierra que necesitaron. No hay que perder de vista que la longitud era, y es, de alrededor de SEIS KILÓMETROS. ¡Muchos miles de metros cúbicos de tierra para las pocas personas que eran y los poquísimos medios de que disponían!

De lo que no hemos hablado todavía, es de quien fue el artífice de todo esto. Una obra de esa magnitud no se la inventa un cualquiera en un momento de inspiración. ¡No!, quien proyectara esa obra, conocía, o tenía experiencia en la construcción de otras similares. No digo que hubiera visto estas obras en Mesopotamia o Egipto, bastaría con haber trabajado en la huerta Valenciana, donde los musulmanes consiguieron hacer de ella un vergel.

De los personajes que conocemos, y que algo tuvieron que ver con Santa Cristina, se me antojan dos: Los dígufas y los Morillo. Estas dos familias tuvieron residencia en territorio Mozárabe, por lo tanto, cualquiera de las dos podría haber estado muy cerca de las obras en construcción de las redes de regadío que se instalaron en el Levante Español.

Como siempre que no tenemos documentación y a riesgo de equivocarme, yo me inclino por Los dígufas. Por dos razones: la primera porque construyeron un puente sobre el rio Órbigo que aún hoy, con todas las modificaciones estructurales posibles, conserva su nombre. Y segunda; sabido es que en la cultura judía es obligación de los padres enseñar a sus vástagos todo el saber acumulado en la familia a través de los Siglos. De ahí se entiende el por qué los actuales sefardíes hablan el Castellano del Siglo XV. Consecuentemente, el conocimiento que pudieron tener los Dígufas les pudo llegar por dos vías.

Al mismo tiempo que se desarrollaron las obras mancomunadas del Canal de Manganeses, aquí cerca, en Quiruelas de Vidriales, Colinas de Trasmonte, Vecilla de Trasmonte y Pobladura de Trasmonte, construyeron otra presa con los mismos propósitos y parecidos medios. Años después, como la mancomunidad del Canal de Manganeses, firmaron una escritura de Concordia que, según me informó el Alcalde,  desgraciadamente ha desaparecido.

¿Es que acaso se desarrolló en el Siglo XV una cultura del riego en nuestra Comarca?.

En caso de ser así ¿quién o quiénes fueron sus promotores?.

Volviendo al Canal de Manganeses, si este como yo afirmo, se construyó alrededor de 1480 y la escritura se firmó en 1542, ¿Qué pasó durante esos 70 años, y porqué se rompieron las hostilidades? Y además de una forma violenta, porque violencia fue el cortar el agua del Caño y verterla al rio para que no pudieran regar el resto de beneficiarios. Seguro que razones tendrían los de Manganeses, pero teniendo en cuenta que lo máximo que se podía regar eran dos veces por temporada, y de esos riegos dependía la vida de muchas personas, me parece que se pasaron de frenada.

Cuando entró en servicio el Caño, las condiciones fueron apalabradas para el mantenimiento del mismo y de la presa. Esta se construía con ramas de encina (ramas que donaba el Conde, según consta en los capítulos añadidos de la escritura), césped extraído de los prados de los concejos y piedras de la sierra que tenían que transportar los propietarios que tuvieran carro y bueyes. A pesar de la consistencia, todos los años había que reconstruirla porque en el invierno el rio la rompía. Todos sabemos que las palabras las lleva el viento, y casi nunca encuentran refugio alguno. Por lo tanto, es de suponer, que esos setenta años fueron un infierno en cuanto a la convivencia se refiere. De ahí que optaran por legalizar todas las condiciones acordadas y así tener una base legal para su mejor funcionamiento.

Como no soy leguleyo, estoy incapacitado para hacer un análisis desde el punto de vista jurídico de la Escritura de Concordia. Sin embargo, quiero ver en ella un reglamento que recoge todos los derechos de los beneficiarios y sus obligaciones.

En cuanto a los derechos se refiere, están muy claros: Todos los propietarios de los tres concejos tienen derecho a regar según establezca la escritura. También el Bosque puede hacerlo en los días y horas que se le asigne. En aquel momento todas las familias eran propietarias; de esta suerte que a todos los habitantes de los tres concejos la regulación del agua les afectaba directamente. También al Bosque que participó como uno más. Pero, de entrada, antes de la negociación, se partía desde posiciones distintas; Manganeses había construido la presa y su caño para regar ellos; Santa Cristina, Requejo y el Conde tuvieron que pedirles permiso para enganchar al Caño, que, en principio, era solo de Manganeses. La posición de fuerza por parte de esta, además de evidente documentalmente, era lógica.

En una gran parte de los 26 artículos de que consta la escritura están orientados a distribuir el trabajo de reconstrucción, que anualmente tenían que realizar en la presa,

texto

 

Copia de una de las páginas de la escritura original de la concordia sobre el aprovechamiento de las aguas del CAÑO.

así como la limpieza del caño y la totalidad de las regaderas. Aquí con una minuciosidad asombrosa fijan

Las “yeras,” cuántos carros tienen que ir y de que concejo. Cuántos tienen que llevar leña de encina del coto de S.E. el Sr. Conde (Columbrianos o la Carbajosa), cómo encima de la leña tienen que llevar 60 “céspedes” de dar y tomar. Fijan las personas que no teniendo carro ni bueyes están obligadas a acompañar a los carros para trabajos de mano. Entre los excluidos de esta obligación están las viudas y los enfermos que estuvieren en cama, pero unos u otros si tuvieren un mozo con barba, estarían obligados a prestar los trabajos so pena de la sanción correspondiente.

Hasta el Art. 10, inclusive, como he dicho antes, trata la escritura de temas prácticos de reconstrucción y mantenimiento; pero ya el Art.11 aprueba el reparto de “Feridos” por semana. Manganeses tiene derecho a gozar del agua los lunes, martes y miércoles de cada semana. Requejo, los jueves y viernes, y Santa Cristina y el Bosque los Sábados y Domingos. La posición de Manganeses es evidente.

Nadie puede retener el agua después de los días que le correspondan, si fueran particulares la pena sería la establecida en la escritura, pero si fuera algún Concejo, la cuantía se elevaría a 50.000 maravedíes.  ¡náda menos!

En el Art. 22 crean una especie de patrulla de vigilantes juramentados que llaman cuadrilleros. Esta cuadrilla estaba formada por una persona de cada concejo y que era nombrada por el mismo a principio de cada año y una por parte del Conde. Estaban facultados para denunciar, imponer multas de acuerdo con la Concordia, ejecutarlas con retención de prendas, dando a los infractores 6 días para pagarlas. Si pasados los 6 días no satisfacían la cantidad impuesta, las prendas pasarían al Concejo correspondiente para decidir.

Siempre estarían a disposición de los Concejos para dar cuenta de sus actividades respecto a los riegos e incumplimientos de lo preceptuado en la Concordia, así como dar cuenta de los cobros por infracciones de los concordados. Hay que tener en cuenta que la Concordia era de los Concejos y vecinos. Los nominados para estos cargos, antes de iniciar su cometido tenían que prestar juramento, y lo hacían de una forma peculiar: se tomaban el juramento entre ellos.

Y llegamos al Art. 26 que no es uno cualquiera, es un poco el compendio de toda la filosofía que impregna todo el convenio o concordia.

Una de las obligaciones, ineludibles para los concejos, es que cuando inesperadamente venga un golpe de agua por el Caño deben abrir los vertederos para que el agua vaya al rio, no siendo que perjudique y dañe las tapias del Sr. Conde en la cerca que tiene en el Bosque.

Esta descripción nos muestra claramente cómo el Sr. Conde tenía tapiada la totalidad de la finca, por una parte, y por la otra, que el caño entraba completamente en el interior de aquella.

Se reconoce el fuero y jurisdicción de Manganeses para todos los asuntos que tengan que ver con la Concordia (ya dije anteriormente que Manganeses jugó con ventaja).

Pero el mayor escollo -sin duda- fue tasar el pago del canon que los dos concejos (Requejo y Santa Cristina, así como el Sr. Conde) tenían que pagar al Concejo de Manganeses por la utilización de la presa y el paso del agua por su caño. Cuánto tenían que pagar a Manganeses y cuánto tenían que pagar cada uno.         

El canon a percibir por Manganeses fue de 20.000.- maravedíes. A razón de: Requejo pagará el primer día de Mayo de cada año 6.000.- Mrv., Santa Cristina pagará en la misma fecha 4.000.-Mrv. Y Su Excelencia el Conde 10.000.- Mrv. Este recordó a los compromisarios de Manganeses que le adeudaban a él la cantidad de 1.900 en concepto del pago de la Alcabala correspondiente al año anterior 1.541 que no se la habían pagado.

Por lo tanto, él le pagará este mismo año al Concejo de Manganeses la cantidad de 8.100.- Mrv. En la fecha fijada, 1º de Mayo.

Todo lo suscrito en la Concordia es aceptado por todas las partes y en especial por los apoderados o compromisarios del Concejo de Manganeses, cuya avenencia la expresaron así:

“Luego Juan Cerón e Hernando de Bazán en nombre del Concejo dho. dé Manganeses dijeron que con los dhos. VEINTE MIL MARAVEDIES el dho. Concejo de Manganeses queda contento e bien pago por razón de la dicha presa e Caño.”

Esta Escritura de Concordia la firmaron en Benavente el día 18 de Febrero de 1.542.

Por el Concejo de Manganeses firmaron los antedichos Juan Cerón y Hernando de Bazán.

Por el Concejo de Requejo lo firmaron Pedro Alonso y Pedro Calvo.

Por el Concejo de Santa Cristina, hicieron lo propio Alonso Rubio y Pedro Cenador.

Y en nombre de D. Antonio Alfonso Pimentel, Conde de Benavente. Lo hicieron D. Juan Pimentel, Don Juan de Robles y Luis de Santibañez (criado del Sr. Conde). Como pueden observar dos de los personajes que firman por el Conde llevan antepuesto el Don, el otro, que es un criado, no.

Asisten tres personas de Benavente en calidad de testigos: Iñigo López, Lope de Castro y Rafael de León. Ninguno de los tres firmó porque no sabían escribir.

Validaron con su firma y signo en testimonio de verdad D. Pedro de Guadalajara, escribano de número de Benavente y D. Juan Fernández Posada, escribano y notario de esta Villa de Benavente.

Le dio un relieve especial la presencia en el acto del Excmo. Sr. Conde de Benavente D. Antonio Alfonso Pimentel, que no firmó el acta (lo habían firmado sus apoderados), pero si intervino manifestando literalmente lo siguiente: “ Que por cuanto los Concejos de Manganeses, Requejo y Santa Cristina han hecho cierta escritura de Concordia sobre razón del agua que ha de ir por el caño que viene del rio de Morales, la cual escritura con ciertas condiciones e vínculos que él ha de cumplir lo que en ella se contiene, así en cuanto toca a la letra, a los Diez Mil  Maravedies por tanto que queda que he de dar al Concejo de Manganeses, que queda y procede  como Señor Caballero la de guardar y cumplir mi parte”.

Esta presencia demuestra el interés que tenía el Conde para normalizar el servicio del Caño.

Pero si además pone, como así lo hizo, su honor de Caballero en el cumplimiento del contrato, la solemnidad del acto no podía pasar desapercibida. Si además tenemos en cuenta que los Condes tenían, desde hacía muchos años, su residencia en Madrid, el interés no fue ficticio.

También da la sensación, a parte el interés mostrado que estoy convencido fue decisivo para llegar a la avenencia, de que obró con mucha generosidad. Es cierto que el Conde se comprometió a pagar la mitad del canon que cobró Manganeses, muy por encima de Requejo y Santa Cristina, pero no es menos cierto que la propiedad que él se había dado en el término de Santa Cristina suponía, al menos, el ochenta por ciento de la totalidad. Terrenos que entonces no se labraban, pero potencialmente podían labrarse en cualquier momento, como ocurrió.

Quiero dejar constancia que el estudio que he realizado sobre la escritura de Concordia, lo he hecho sobre una copia realizada en el año de 1845 por el entonces fiel de fhechos D. Benito Correa. La copia original no se debe tocar.

 

“Registro Parroquial de Bautizos”

No había control de ningún tipo. Los apellidos se ponían y quitaban cuando convenía a cada cual. Las edades de las personas se calculaban; se calculaban porque era difícil retener en la memoria, cuando habían pasado muchos años de los datos que les transmitieron sus familias. Cuando la gente se desplazaba a otro núcleo de población distinto al suyo, generalmente, se ponía de primer y único apellido el de procedencia. Así de mal funcionaba la sociedad española de principios del S. XVI. No existía ningún control, ningún registro para las clases bajas, incluido pecheros. La nobleza y el alto clero se regían por otros parámetros exclusivos.

                         

 Estos documentos del 1571, son trascritos del Registro original, por el párroco de S. Cristina, en los años 1990

Alrededor del año 1.500, un gran mecenas de la cultura, y además y sobre todo un gran hombre, que hoy llamaríamos de “ESTADO”, El Cardenal Cisneros, tuvo la feliz idea de solicitar del Papa el permiso para establecer en todas las parroquias de los Reinos de España unos registros para bautizos, matrimonios y defunciones. El Papa (cuyo nombre en este momento dudo) fue tan receptivo a la idea del Cardenal español, que no solo le concedió el permiso, sino que además ordenó que el sistema se aplicara en todas las diócesis de la Cristiandad.

Así, y gracias al Cardenal Cisneros, empezaron a funcionar en todas las parroquias esos registros.

El registro parroquial de este Pueblo se inició, como pueden apreciar en la fotocopia adjunta, en el año 1571. Me pareció una barbaridad el tiempo transcurrido desde la iniciación de los trámites ante el Papa y la plasmación del servicio en esta Parroquia, consulté al archivo Diocesano de Astorga y me contestaron que Santa Cristina fue uno de los primeros pueblos en su instauración (primeros pueblos de la Diócesis de Astorga).

Pues bien, como pueden fácilmente apreciar, los primeros pasos en el asentamiento de actas de bautismo, no fueron todo lo buenas que cabria esperar; faltan algunos nombres, faltan apellidos, varios años están sin asentar etc. etc. Es lógico que así ocurriera si tenemos en cuenta que los curas de las aldeas en aquella época no estarían sobrados de preparación ni de medios. No obstante, la situación se normaliza a partir de 1585.

Como este Registro va a dar para mucho, solo voy a citar los primeros 30 apellidos que figuran en las actas bautismales. Siempre teniendo en cuenta las irregularidades que acabo de apuntar.

             Estos son:

Alonso, Avellana, Calva, Cana, Carrera, Calleja, Cesmada, Coca, De Cabañas, De las Eras, De Luna, De Micereces, De Ortega, De Ulloa, De el Villar, Esteban, Falagán, Fernández, Gacana, García, Hernández, Herrero, Lobo, Madrigal, Martínez, Núñez, Peláez, Pérez, Rubio y Verdejo.

Hasta aquí los 30 primeros apellidos. Quiero significar que los 7 que empiezan por “De” son de procedencia.

En un próximo Cap. haré un comentario general sobre el interés de este registro. Los de matrimonios y defunciones no dispongo de ellos.

 

Fin de Capitulo.