Capítulo XVIII

La idea que yo tenía sobre la publicación de estos Relatos, era no entrar a comentar ni relatar nada de lo ocurrido en el pasado Siglo XX. Razones obvias me lo impedían. Sin embargo, obligado por el orden cronológico de los hechos referidos al Foro, que se solventaron, como han podido comprobar en el capítulo anterior, en el año 1.952, y que me obligaron a escenificar todo lo concerniente a la solución del grave problema en el mismo corazón del siglo XX, siglo al que yo había previsto evitar, no puedo, ni debo dejar pasar la ocasión sin narrar y comentar la mayor catástrofe natural acaecida a este Pueblo en toda la historia. Esta, sin la menor duda, fue LA GRAN RIADA DEL AÑO 1.909.

En primer lugar, quiero que vean el artículo publicado en el año 2.009, un siglo justo después de ocurridos los hechos, por D. Rafael Gonzalez, escritor e historiador de Benavente.

AQUEL INVIERNO DE 1909 EN SANTA CRISTINA

          Las peculiares características orográficas de la comarca de Benavente, junto con la confluencia en el entorno de los principales ríos de la región –Órbigo, Esla, Tera, Cea y sus respectivos afluentes- han hecho de esta encrucijada de caminos un factor destacado para explicar el poblamiento antiguo del territorio y su intenso aprovechamiento agrario. Las fértiles vegas de los Valles han constituido el principal motor de una economía basada desde las épocas más remotas en el sector agropecuario.

          Pero aquello que concede riqueza, también puede en un momento dado, arrebatarla. Una topografía extremadamente llana y la escasa, o nula, regulación de sus cuencas, favorecieron históricamente la presencia de inundaciones que, como autenticas plagas bíblicas, han venido castigando a sus pobladores, a veces, con serio peligro de sus vidas y haciendas.

          Como se sabe, es la irregular distribución de las precipitaciones, tanto en el espacio, como en el tiempo, la principal causa de las variaciones del régimen de los caudales. En los climas mediterráneos periódicamente los ríos sobrepasan su cauce ordinario y producen la inmersión de las zonas cercanas al cauce. En los Valles de Benavente, esta problemática ha tenido una incidencia contundente y cíclica, como queda reflejado en la documentación de archivo. Pero la crecida de los últimos días de diciembre de 1909 fue especial, y por ello ha quedado sellada en la memoria colectiva de estos pueblos como una de las más devastadoras.

          La edición del lunes 27 de diciembre de 1909 del Heraldo de Zamora daba a conocer la noticia a cuatro columnas y con gran aparato tipográfico: “Desbordamiento de los ríos. Pueblos y campos arrasados por las aguas”. Ya en el cuerpo de la noticia se daba cuenta de los pormenores de la catástrofe, cuyo contenido se resume a continuación a partir de la edición de este día y de los ejemplares de las semanas siguientes.

          Santa Cristina PolvorosaEl día 21 de diciembre, sobre las cinco de la tarde, comenzó una lluvia torrencial, acompañada de fortísimo viento, de forma que el coche correo, que desde Puebla de Sanabria hacía su ruta hacia Benavente, tuvo que suspender la salida. Al día siguiente, al llegar el corresponsal del periódico de Colinas de Trasmonte procedente de la Puebla, el cuadro que se ofrecía a su vista daba a entender que las inundaciones en aquella parte tenían la máxima gravedad. La carretera había sido preciso cortarla en varios tramos a fin de evitar la inundación del pueblo.

        Santa Cristina Polvorosa  Los vecinos de Santa Cristina de la Polvorosa se habían presentado en caravana huyendo del desastre, mientras las campanas de la Iglesia no paraban de tocar. Muchos de ellos habían pasado la noche entera en el monte de la Cervilla.

          El día 23, pudo por fin, el coche correo continuar hacia Santa Cristina, el río había mermado su caudal. Las aguas inundaban todo el llano hasta dar vista a Benavente. Todas las huertas estaban inundadas y el pueblo era un montón de ruinas.

          La línea telegráfica estaba cortada en varios puntos por la caída de los postes. La Guardia Civil de los puestos hasta Monbuey brillaba por su ausencia, pues en Colinas y Santa Cristina no había ninguna pareja, ninguna autoridad que organizase salvamentos, que repartiera trabajos o facilitara  el paso del coche correo.

          En la mañana del día 25, se organizó desde Benavente una expedición de autoridades para visitar la zona afectada. Previamente, un tren procedente de Zamora con personalidades de la Capital fue recibido por las fuerzas vivas en la estación de Benavente y en la fábrica de harinas La Sorrivas, propiedad de D. Felipe González. Entre los expedicionarios estaba lo más granado de las élites locales y provinciales de la Restauración: el Gobernador Civil, Santos Arias de Miranda; el Alcalde de Benavente, Augusto Alonso; los Ingenieros Agustín Ruíz y Antonio Velao; Leopoldo Tordesillas, Ventura Madrigal, Felipe González, Cecilio Chacón y Antonio Cordero, sobresalientes; Avencio Guerra, Argimiro Gutiérrez, Luis Morán, Julio Ayuso y Carlos Calamita, por el Heraldo de Zamora.

          Santa Cristina PolvorosaLa comitiva, no sin dificultades, alcanzó Santa Cristina de la Polvorosa, ocupada ya por multitud de habitantes de los pueblos limítrofes. Vecinos de Manganeses y Colinas, principalmente, prestaban auxilio a los damnificados. La mayoría de las casas se habían convertido en escombros, y sus moradores permanecían junto a ellas en busca de sus enseres. Muchas cabezas de ganado yacían muertas en sus establos, mientras que al resto se las había llevado el río. La única vivienda que no parecía haber sufrido los efectos de la inundación era la de José Pernía, Alcalde del pueblo. Don Leopoldo Tordesillas ofreció cobijar en fincas de su propiedad a una parte de los afectados, acordándose recoger a los restantes en el desamortizado convento de Santo Domingo de Benavente.

          Santa Cristina PolvorosaEl Gobernador provincial, Arias de Miranda, después de un reconocimiento del terreno, leyó a los presentes varios telegramas del Ministro de la Gobernación en los que se manifestaba el propósito del Gobierno de “subvenir a las necesidades de los damnificados con socorros que aminoren la magnitud de la catástrofe”.

          Según relata el maestro del pueblo, sobre las once de la noche del día 22, el río Órbigo comenzó a desbordarse un kilómetro más abajo de Manganeses de la Polvorosa. La manga que originó vino sobre Santa Cristina sorprendiendo al vecindario. Una parte huyó hacia el puente sobre el río, mientras que otros se acogieron en la dehesa de la casa de Patilla (la Cervilla). La superficie de las aguas alcanzó muchos kilómetros a la redonda, y éstas siguieron subiendo durante el día 23 hasta alcanzar un nivel de cuatro metros y veinte centímetros, según la escala que había en los pilares del puente. La avalancha atravesó el pueblo a una altura de dos metros y medio. Milagrosamente no se contabilizaron víctimas.

          En febrero de 1910 se anuncia que 200 familias se disponían a ir a Madrid en busca de asilo benéfico y gestionar, mientras tanto, su marcha para América. Una comisión del Ayuntamiento de Santa Cristina visitó en marzo al gobernador provincial para pedirle “carta de socorro para trasladarse a Madrid e implorar la caridad pública para ellos y demás vecinos que han quedado sin albergue ni hacienda”.

          El Gobierno Civil repartió en los meses siguientes 57.000 pts., entre los damnificados por las inundaciones de Benavente. De estas 20.000 pts., correspondieron a Santa Cristina y 10.000 a Abraveses, como pueblos más afectados. Verdenosa, Requejo y Vecilla recibieron 8.500; 5.000 Fresno; 5.000 Santa Croya; 5.000 Villanueva de Azoague; 1.500 Benavente y 500 pts. Manganeses de la Polvorosa y Milles, respectivamente.

          La noticia trascendió el ámbito local y provincial y fue objeto de particular atención en los medios de comunicación nacionales. La edición de la Vanguardia del viernes, 31 de diciembre de 1909 se hacía eco de los acontecimientos: “En Abraveses (Zamora) el temporal destruyó 135 edificios, obligando a los vecinos a buscar albergue en los pueblos inmediatos. El gobernador ha propuesto al gobierno que se otorgue una recompensa al Sargento de la “Guardia Civil José Martín Rubio y a la fuerza a sus órdenes, por haber salvado la vida a muchos vecinos de Villanueva y Santa Cristina, con riesgo de la suya. Se ha acordado que se constituya en Zamora una junta provincial, presidida por el gobernador, para proceder al reparto de las cantidades giradas por el gobierno”.

          Santa Cristina PolvorosaLas inundaciones afectaron en aquellas fechas a buena parte de los afluentes del Duero, como destacaba otra publicación nacional: “Las persistentes lluvias que desde noviembre último han venido descargando sobre la península han tenido su desenlace natural, la inundación. La región más castigada ha sido esta vez Castilla la Vieja; el “Duero y muchos de sus afluentes de ambas márgenes han tenido extraordinarias crecidas que han causado inmensos daños, especialmente en Zamora, Salamanca y Valladolid, donde han destruido puentes y edificios, entre ellos numerosos molinos harineros, y anegado los campos. En Salamanca las casas destruidas pasan de cuarenta. En Ciudad Rodrigo quedó completamente anegado el barrio del Arrabal del Puente que tuvo que ser desalojado, y la corriente se llevó centenares de cabezas de ganado. Las casas destruidas fueron allí más de cincuenta, pero otras muchas quedaron inhabilitadas, resultando trescientas familias sin albergue. El próximo puente de Ciega Verde, inaugurado hacía pocos días, fue completamente destruido. En Valladolid el Pisuerga creció nueve metros”.

Nos ayuda, y mucho, este artículo de D. Rafael, y más si tenemos en cuenta que goza del privilegio de disponer de CINCO documentos gráficos (fotografías), que hasta 1.99O estaban en manos de familiares o amigos de las gentes que sufrieron la riada, y que generosamente me las prestaron para hacer una colección en el Ayuntamiento, una vez ampliadas y enmarcadas, como dignamente les correspondía. Allí están en el Salón de Plenos, dispuestas a recibir alguna más que me han prestado después. De mi recopilación salieron las cinco fotos que publica D. Rafael en “Más vale Volando”.

Decimos muy a menudo que una imagen vale más que mil palabras, y así es. Yo   solo quiero dar las gracias por esta publicación a D. Rafael Gonzalez, reconociendo su gran valía descriptiva y su redacción impecable, como no puede ser de otra manera. Gracias de nuevo por acordarte de Santa Cristina en el centenario de la desgracia.

No podía ser, por mi parte, ignorar a las personas que generosamente me prestaron sus fotos de familia para que yo las expusiese en el Ayuntamiento, ya ampliadas y enmarcadas, para que fueran vistas por todos los que lo desearan. Gracias de nuevo.

Como es lógico en estos casos, tenía una hoja con los nombres de dichas personas, pero como ocurre con frecuencia cuando pasan muchos años, que el papelito se pierde o se extravía, y la memoria puede mostrar sus inesperadas lagunas. Yo estoy seguro de que estas personas, que a continuación cito, me prestaron fotografías: M.ª del Carmen Infestas (esposa de Domingo Rodriguez).

Irene Fernandez Miguelez (D.E.P.), Miguel Angel Nuevo y Mary (Vda. De D. José Rodriguez Mielgo). Estas cuatro personas, estoy seguro, me prestaron fotografías; pido perdón si hay alguna otra que se me haya olvidado.  

 Quiero abundar un poco más en la narrativa de D. Rafael y precisar cómo ocurrieron los acontecimientos, con versiones que de viva voz me contaron algunos de los sufridores de aquella catástrofe, cuando yo era muy chico y apenas podía entender la magnitud de la tragedia.

Es bien cierto que el rio se desmadró un kilómetro, aproximadamente, aguas abajo de Manganeses. Y no es menos cierto que la enorme manga de agua tomó la vaguada de Columbrianos y llegó hasta el Olivao, lugar donde se topó con la Carretera de Benavente a Mombuey. No pudo abrir hueco en la misma, por lo cual se enfiló hacia Santa Cristina con las consecuencias que todos conocemos y que las imágenes fotográficas describen a la perfección.

En la bajada hacia el Pueblo arrasó el caño de riego (Canal de Manganeses) y continuó aquella mole inmensa de agua hasta alcanzar a Santa Cristina. Entró por la calle Real, que así se llamaba entonces la calle de la carretera, y la arrasó, como se puede ver en las fotografías. Esta calle fue la más perjudicada, aunque se expandió por el resto del pueblo con daños en el ganado y en las viviendas. Aquí no fueron tan devastadores como en la vía principal.

Muchas viviendas que en principio quedaron en pie, tuvieron que demolerlas inmediatamente porque amenazaban ruina. Eran viviendas muy frágiles, ciertamente; apenas tenían cimentación sólida alguna que se opusiera a la vorágine destructiva del agua embravecida. Fue un espectáculo dantesco, reservado solo a los héroes y a los mártires. Héroes y mártires lucharon juntos contra la desgracia. Héroes y mártires lloraron y compartieron juntos las pocas viviendas que aún podían servir de cobijo momentáneo a los muchos que solo les quedaba la calle. ¡Qué tristes debieron ser aquellas horas y días, cuando la esperanza desaparece del ámbito interno de la comprensión!, !oscuridad…, silencio…, esto es la pura metáfora de la desesperación!

 Pero como un milagro (tan dados eran los españoles de esa época a aceptar esas falacias), o un rayo de esperanza convertido en solidaridad, cundió por todo el vecindario al oír las palabras del Gobernador anunciar que el Gobierno se mostraría muy generoso con los damnificados, y les ayudaría en la reconstrucción de sus viviendas y reposición de sus ganados ahogados. Pero como todos los rayos, apenas se perciben para desaparecer en la inmediatez del silencio y el olvido. Este no fue menos, el anuncio del Gobernador que dio origen al ofrecimiento de dedicarle una calle por parte de los miembros del Ayuntamiento, una vez que el Pueblo fuera reconstruido, se convirtió en frustración tremenda. Una vez comprobado que a Santa Cristina le correspondía la “ASTRONÓMICA” cantidad de VEINTE MIL PESETAS (12O Euros). Veinte mil pesetas, en aquella época, era suficiente para levantar una casa, es verdad, pero para CIENTO OCHENTA que fueron las que se cayeron, y, -según la prensa- más de cien reses las que se ahogaron…. ¡No!, esto no fue una subvención, esto fue simplemente un insulto. Por este motivo, creo yo, desistieron en poner el nombre de la calle al Gobernador. Sí acordaron poner otra a nombre de D. Leopoldo Tordesillas, por considerar que había hecho méritos para ello. Ahí sigue.

En medio de la desesperación surgió la solidaridad. Los que tenían carros y no se le habían ahogado las reses, ayudaron a sus convecinos a desescombrar. Los que solo disponían de una pala, ayudaron con su esfuerzo personal a los vecinos en las tareas que precisaban estos. Todos con sus medios, y ante todo con su esfuerzo, fueron recuperando sus viviendas, que eran como el oxígeno al moribundo para volver a respirar… Como en Fuenteovejuna, consiguieron devolver la vida a su Pueblo, que estaba pasando por el momento más difícil de su historia.

La racionalidad y solidaridad entre los vecinos no impidió que de la tragedia aprendieran lo suficiente para evitar las sucesivas catástrofes.

Unos años más tarde (memorizando creo que ocurrió en el año 1.920), la situación del rio se presentó igual o peor que en el año 1.909. Cuando el Ayuntamiento se percató que el rio se había vuelto a desmadrar por el mismo lugar que once años antes, pidió permiso, si la situación lo exigía, al Gobernador, para cortar la carretera en el Olivao y así poder salvar al Pueblo. Este no lo concedió, pero llegado el momento, ante la situación crítica que se planteó, el Ayuntamiento acordó y dio la orden para que las campanas de la iglesia tocaran   arrebato; y al grito de: !!Todos al olivao con picos, palas y azadones!! El Pueblo se movilizó y la carretera fue cortada por orden del Ayuntamiento. Las aguas se dispersaron por todo el término sin mayores consecuencias. “El Pueblo se había salvado.” Cuando arreglaron la carretera para ponerla en servicio, el Ayuntamiento solicitó que hicieran allí mismo un puente para desahogo de futuras envestidas. Así lo hicieron.

Inmediatamente después, todos los miembros del Ayuntamiento fueron detenidos y procesados por mandar cortar la carretera. El impacto de esta decisión gubernativa causó gran indignación en el Pueblo y en toda la comarca.

Una persona de Benavente, concretamente el Ilustre abogado y ex -diputado provincial D. Luis Morán, se ofreció, sin cobrar nada a cambio, a defender ante los tribunales a toda la Corporación. Este insigne abogado tenía ascendencia en Santa Cristina y había acompañado, como Diputado Provincial, en la visita a este Pueblo, a todas las autoridades durante la gran riada del año 1.909.

Cumplió lo prometido; alcalde y concejales quedaron absueltos de toda   culpabilidad, por ello… ¡las campanas tocaron a gloria!

Como de bien nacidos es ser agradecidos, el Ayuntamiento acordó poner a la calle principal del Pueblo Luis Morán. Esta calle, que hasta este momento se había llamado calle Real, pasó a titularse, como acabo de decir, con el nombre del abogado benefactor. Así estuvo hasta la década de los ochenta en que una corporación, de la que yo formaba parte, cambiamos el nombre de la calle por el actual Pedro Toro. Aquella decisión fue fruto de la ignorancia; no conocíamos ninguno de los que formábamos parte de la misma, los antecedentes de la personalidad de D. Luis Morán, ni cual había sido su contribución al Pueblo. De haberlo sabido, estoy seguro, habríamos buscado alternativa. Con esto no quiero desmerecer para nada los méritos del Sr. Pedro Toro para que la calle lleve su nombre, pero creo que no hubiéramos sido justos, con conocimiento, del desaire que dimos a Luis Morán. Por lo que a mí me toca, tengo que entonar el “mea culpa.”

Volviendo a el año 1.909.

Siguiendo el orden cronológico de D. Rafael González en la aparición de las fotografías, inicio mi comentario con la Nº 1.

Santa Cristina Polvorosa

Se trata de la recogida y limpieza de escombros en cualquier lugar del Pueblo.

Una casa cualquiera, en una calle cualquiera de este Pueblo, cuyos familiares y vecinos quedaron retratados para la eternidad. No, no podrán apreciar en sus caras el menor atisbo de felicidad – me refiero a la gente del Pueblo-, y sin embargo el acontecimiento de entrar en la modernidad del Siglo XX (viéndose por primera vez en su vida en una fotografía), creo yo, que, en algún momento de la toma, es posible que la tuvieran. Sus caras no podían engañar; transmitían al exterior, al Mundo entero-si era preciso- el infierno al que les estaba sometiendo la naturaleza.

En esta foto llegué a conocer a varios personajes por indicación de mí tío. La niña que está al lado derecho del Sargento de la Guardia Civil, y tiene un puchero en la mano, es Dª Asunción Cobreros Velasco, que sin motivo alguno -que yo supiera- se le apodó la “viuda alegre”. 

  El que tiene una cruz encima de la cabeza y está en mangas de camisa, es D. Emilio Gestoso. Este Sr. era hijo de D. Anastasio Gestoso que tuvieron un almacén de piensos y cereales en la carretera. Para más señas, D. Anastasio fue alcalde de este Pueblo. Por los años cuarenta se desplazaron a Medina del Campo donde ensancharon su negocio.

  1. Emilio era primo carnal de Irene Fernández (Nene); ella fue la que me prestó la fotografía y me indicó el nombre de su primo.

Y, por último, conocemos al Sargento de la Guardia Civil, era D. José Martín Rubio, el cual fue condecorado, junto a sus tropas, por los auxilios prestados a este Pueblo.

Fotografía Nº 2.

Santa Cristina Polvorosa

Esta calle que ven en perspectiva, con todas las autoridades en primera línea, (chupando cámara), no es ni más ni menos que la calle Real de entonces, (hoy Calle Pedro Toro). Como se puede apreciar solo quedaron unas pocas casas en pie, y esas pocas casas esperaron poco para ser derruidas. El daño causado por el torrente de agua sobre tan débiles construcciones, fue irreversible.

Los postes que ven, algunos inclinados, otros caídos, los más desaparecidos, no eran como algunos puedan pensar una línea de tendido eléctrico. No, era la línea de telégrafos que unía a La Puebla con Benavente. El tendido eléctrico en Santa Cristina se inició en el año 1.926 mediante un convenio con la empresa Hidroeléctrica de la familia Gonzalez de Benavente “La Sorribas”.

En esta foto, según la prensa del momento, estaba acompañando al Gobernador Civil -entre otros- D. Luis Morán, en calidad de Diputado Provincial. Pero no tengo referencia alguna para distinguirlo entre los bien-vestidos.

A los que si distingo bien es a los dos niños, primeros en la foto por la derecha, desde nuestro punto de vista. Estos dos “chavalucos” que repiten foto, son:  Asunción Cobreros Velasco, ya citada en la foto Nº1, y el chaval es Pedro Pozuelo (Pedro Maroto para los amigos). La casa de este Sr., que por cierto no la tiró la Riada, era la misma en la que tiene Segundo Barrios el taller de cristalería. A este que, aunque niño, vivió en primera persona la Riada del año 1.909, como lo demuestran varias fotografías, le oí yo contar muchas historias sobre aquellos terribles días. La descripción que yo hago sobre el recorrido y desmadre del Rio fue narración suya. Solo me ha quedado en el tintero añadir-como él lo hacía siempre- las frases siguientes: “el agua de los valles del monte también ayudó a jodernos.” ¡Te lo digo yo!. Esta era su forma de expresión.

Y así lo hizo muchísimos días en la Cantina de mi tío Leonardo. (mi casa)

Fotografía Nº 3

Santa Cristina Polvorosa

Estas cuatro personas, que desconozco sus nombres propios, aunque en esos días todos se llamaban “Desgracia,” posando sobre los restos de un techo destrozado por el desplome de la vivienda de alguno de ellos; con el agua delante como testigo de la maldad, y con un fondo de ruina que ya le hubiera gustado al mismísimo Dante tenerlo de referencia, no es necesario preguntarse de que hablaban, la contestación es obvia: ¿de qué iban a hablar?.¿ De la modernidad de las fotografías?.!No! No creo que su estómago les diera para tanto.

Fotografía Nº 4

Santa Cristina Polvorosa

Qué voy a comentar yo de esta foto… ruina, ruina y ruina.

Abajo, a la izquierda, delante de un guardia Civil, se ve de nuevo a Pedro Pozuelo (Pedro Maroto para los amigos) chupando cámara en primera fila.

Tiene una pequeña cacha en la mano, y la ropa que viste es, aparentemente, mejor que la exhibida en la foto nº 2. Tenía pinta de rico; al menos en ropa presumió de tener quita y pon.

Fotografía Nº 5

Santa Cristina Polvorosa

A esta publicación de un medio nacional, no me queda más remedio que hacerle una rectificación: “ el ganado vacuno que murió a consecuencia de la riada, más de cien reses, no fue arrastrado por las aguas, murió ahogado al estar atado en sus propias cuadras y no poderse defender.”

Esta foto está tomada al otro lado del rio, concretamente en las Huergas.

Fotografía Nº 6

Santa Cristina Polvorosa

Esta foto no está expuesta en el Salón de Plenos del Ayuntamiento; espero que esté pronto.  Yo la descubrí varios años más tarde que las comentadas hasta ahora. La original, la tenía, y creo que la seguirá teniendo, la Viuda del que fuera concejal D. José Rodríguez. Como hice con las demás, yo se la pedí, indicándole el fin para el que la dedicaría, y, amablemente, como todos los demás, ella me la prestó. Esta es la causa de que D. Rafael no pudiera sacarla en su revista “Vale Volando”.

Esta fotografía, a mi juicio, tiene todas las características de haber sido solicitada y pagada por la familia de D. José Rodríguez y su esposa Dª Celestina Pozuelo. En principio, la original está en casa de su nieto José. El foco de la cámara se dirige evidentemente al matrimonio, que aparenta estar colgado de un hueco de puerta, pero sin puerta, que, como todo, ha saltado hecho pedazos.

Sería muy importante esta fotografía como documento histórico, igual que todas las demás, pero ésta tiene una singularidad que la hace mucho más relevante, si cabe. Ese Señor que veis ahí junto a su mujer, con el cigarro en la boca, y lleno de vida porque aún era muy joven, murió cuatro o cinco días después de un ataque al corazón. No hace falta comentar cómo le dejó la Riada su casa, ¡salta a la vista!; las vacas se le ahogaron en su misma cuadra… Era todo lo que tenía. Dice una máxima castellana: “Los disgustos no matan, solo ayudan a morir”. Este hombre fue la primera víctima mortal de aquella gran tragedia. Fíjense si era joven, que aún viven en el Pueblo unos cuántos nietos suyos.

Después de haber mirado y requetemirado un montón de veces esta foto, observo cómo una figura humana, que se confunde con los escombros, emerge de ellos y me da una nueva dimensión al documento. A penas podía distinguir su cara, pero una vez centrada en la lupa, no dudé ni un momento: esta cara la conozco, es D. Tomás Barrios (Tomasillo). A este hombre (zapatero de profesión) lo conocí siendo yo muy niño; vivía en esta misma casa, que aquí vemos derruida, y que yo visité alguna vez de la mano de mi tío Leonardo, porque este hombre era tío de mi tío y además vivía casi frente a la casa de su padre (El Sr. Gregorio). No obstante, recurrí a varias nietas suyas para su contrastación, que, efectivamente, fue positiva.

Con el tiempo, recogí información de las dos familias que me confirmaron lo que era obvio: las casas estaban juntas y mantenían muros de carga comunes, el resto está a la vista.

  1. Tomás Barrios fue concejal del Ayuntamiento durante algunos años. Creo recordar que le nombraron alcalde para el bienio 1.906/ 1.907.

Quizá se hayan dado cuenta que no trascribo ninguna información del Ayuntamiento. No ha podido ser. Llevo muchos días intentando encontrar toda la información referida a este caso, para ser transmitida a Vds., no he podido conseguir ninguna. No sé lo que ha podido pasar: si el archivo…, si los archivadores…, si… etc., etc. Después de leer un montón de plenos hasta el año 1.920, no conseguí ni la más mínima referencia a la riada ni a sus consecuencias.

¿Dónde están los acuerdos, que por necesidad tuvieron que tomarse en el ayuntamiento ante la gravedad de la situación creada por el rio?

¿Qué decisiones tomaron al comprobar que de todo lo ofrecido por el Gobernador no llegaron ni las migajas?

¿En qué quedó el ofrecimiento del Ayuntamiento hacia el Gobernador para nominarle una calle?

¿Cómo se arreglaron para repartir aquellas migajas entre tantos perjudicados?

¿Qué hicieron ante el ofrecimiento de la Marquesa de Esquilache; ofrecimiento que realizó a este Pueblo por medio del ayuntamiento de Benavente,

 consistente en entregar un puñado de dinero a cambio de que le pusieran su nombre a la mejor calle del Pueblo?

Cuántos, y cuántos documentos seguirán durmiendo el sueño de la historia, simplemente, por no estar debidamente archivados.

     Sin embargo, en el Ayuntamiento de Benavente, sí que consta en varios acuerdos plenarios la situación de Santa Cristina; así se refleja en varias resoluciones que afectan favorablemente a nuestro Pueblo.                 

Documentos que voy a transcribir a continuación:

Santa Cristina Polvorosa

    Libro de Actas de Sesiones (archivo municipal de Benavente)

    Sesión ordinaria del día 29 de diciembre de 1.909.

      Presidente Sr. alcalde D. Augusto Alonso Salvador.

En la villa de Benavente a veintinueve de diciembre de mil novecientos nueve, siendo las diez y nueve horas, se reunieron los Señores Concejales, que al margen se expresan, en la sala capitular bajo la presidencia del Sr. alcalde D. Augusto Alonso Salvador, al objeto de celebrar la sesión ordinaria semanal correspondiente y, declarada abierta se leyó y aprobó el acta anterior. Se enteró la Corporación de las disposiciones y demás correspondencia recibida.

      Seguidamente se acordó proceder a la revisión de las medidas del mercado.        Igualmente, y a fin de que estos sufran el menor perjuicio posible, dado el 

estado de incomunicación en que la villa se halla por el destrozo causado en las carreteras por las enriadas habidas, se acuerda solicitar a la compañía de los Ferrocarriles M.C.P. y Oeste de España, el establecimiento de un tren especial los días de mercado desde la estación de Barcial del Barco, interín se restablezca  el  paso por la carretera de Madrid a la Coruña.

      Gracias Alteza Real Infanta.

       Acto seguido se acordó dar las gracias a S. A. R. la Infanta Doña Isabel de Borbón por las valiosas gestiones realizadas en favor de los damnificados por las inundaciones sufridas.

       Marquesa de Esquilache-

    Así mismo se acordó dar las gracias a las Excelentísima Señora Marquesa de Esquilache por los socorros recibidos para las víctimas de las inundaciones, manifestándole que cuando se construya de nuevo el pueblo de Santa Cristina se influirá con aquel ayuntamiento para que se dé el nombre de Marquesa de Esquilache a la calle principal de expresado pueblo, como prueba de agradecimiento de sus moradores.

       Gracias Cruz Roja.

    Igualmente se acordó dar las gracias a la Cruz Roja de Zamora por el donativo hecho para los damnificados por las inundaciones.

        Instancias, Socorros.

    Dada lectura de tres instancias solicitando socorro para evaluar las casas que expresan derruidas por el temporal y pidiendo el reconocimiento y derribo de una que amenaza ruina, se acuerda que pasen a la comisión de socorros.

 

            Libro de Actas de Sesiones (archivo municipal de Benavente)

         Sesión de 19 de Enero de 1.910.

        Visto el dictamen de la comisión de Policía urbana y Rural, informando favorablemente la pretensión deducida por Ignacio Alvarez Alonso, de Santa Cristina, en instancia de que se dio cuenta en sesión anterior, de conformidad al mismo se acuerda: concederle las seis o siete piedras existentes al camino de Santa Cristina pertenecientes a este municipio, para ayudarle a levantar su casa.

 

         Archivo municipal de Benavente.

    Sesión ordinaria de 19 de febrero de 1.910.

    Así mismo puso también en conocimiento del Capítulo que varios vecinos de los pueblos limítrofes como Santa Cristina y Villanueva de Azoague que a consecuencia de la inundación sufrida habían tenido que trasladarse provisionalmente a vivir en esta Villa, se habían acercado a la administración de consumos solicitando se les condonase o al menos se les rebajase una parte de los derechos correspondientes a las especies que se vieron obligados a traer en su traslado a esta Villa, se acuerda por unanimidad: concederles el cincuenta por ciento de los derechos que tuvieran que satisfacer por los mismos.

    Mi comentario:

                                 Este 50% que el Ayuntamiento de Benavente tuvo a bien conceder a las personas que tuvieron que trasladarse a Benavente porque sus casas fueron derruidas por la riada, me parece una insignificancia viniendo el acuerdo de una institución pública. El que pagaran la mitad de la tasa por llevar las gallinas o los conejos, o unos pocos garbanzos, lo que les perdonaron fue una miseria. A mi juicio, tuvo mayor importancia la disposición del Ayuntamiento de Benavente en ayuda de las familias que habían quedado sin hogar, y un techo, aunque fuera en los Dominicos, era la vida de las personas. Algunas familias de este pueblo quedaron a vivir definitivamente en la Villa.  

No podía ser menos que la prensa del momento se interesara por la situación de varios de los pueblos de esta comarca. Pueblos que, como Santa Cristina, Villaveza del Agua, Morales de Rey, Fresno, Vecilla de la Polvorosa, Villanueva de Azoague, Micereces de Tera, Redelga, Verdenosa, etc, etc. salieron malparados por culpa de las dichosas riadas.

No quiero pasar por alto, dejando de hacer énfasis, para señalar que el Pueblo más perjudicado fue Villaveza del Agua. Entre otras muchas pérdidas, siete vidas humanas, son muchas vidas… 

 

En las fotocopias que pueden ver a continuación (fotocopias que me facilitó en su día, aproximadamente 40 años, D. Andrés Arce, Q.E. P.D.) están destacadas las portadas del diario de Zamora “Heraldo de Zamora,” en aquel momento el diario más importante de la provincia, y en su interior hay algunos relatos individuales que afectan directamente a gente del pueblo, y es aquí donde voy hacer énfasis.

Empiezo por significar las fechas de estas publicaciones.

Ya en la del día 24 de diciembre (Noche Buena) se da cuenta de que ciertas zonas de la Provincia están pasando dificultades debido a las crecidas de los ríos. El ferrocarril está cortado en varios tramos, así como varias carreteras que dan origen a la incomunicación de muchos pueblos. Todo sin especificar, debido a la incomunicación de muchos lugares, como acabo de indicar. La realidad era ya en aquel momento mucho más dramática de lo que informaba el periódico. En muchos pueblos de nuestra comarca, se luchaba a brazo partido para salvar vidas humanas.

Los días 25 y 26, el periódico no llega a Benavente. Hay que ponerse en lo peor; se sigue luchando por la gente y para la gente. No hay noticias, el tren no llega más que a Barcial del Barco. ¡qué será de nosotros! Exclamación que corre de boca en boca…

Por fin llega el día 27 de diciembre, los periódicos llegan y con información más precisa. Llegan también las autoridades con carros y carros de promesas para, simplemente, ser incumplidas.

Eso sí, según el periódico, se organizan los “primeros auxilios”. Dice así:

Al tanto los visitantes (se refiere a las autoridades) de las necesidades del vecindario de Santa Cristina, organizase inmediatamente una junta de socorros encargada de racionar de alimentos consistentes en bacalao, arroz, pan, vino y abrigo a los vecinos, los cuales encontrábanse desfallecidos por las penalidades sufridas y los continuos trabajos realizados.

En un principio ofreciese al vecindario dinero que por de pronto rehusó, pidiendo únicamente para que con toda urgencia fuera encargado a Benavente.

                        Facilitando Albergue.

El desamparo en que los habitantes de Santa Cristina han quedado, llamó principalmente la atención de las autoridades, quienes después de resolver lo más perentorio, preocupándose de facilitar albergue a tanto desamparado, D. Leopoldo Tordesillas ofreció cobijar en fincas de su propiedad a cierto número de familias, acordando se recogiera a las restantes en el convento de Santo Domingo de Benavente. Así se hizo. Por este comportamiento, y por algunos más que veremos, a D. Leopoldo Tordesillas (Señorito Polo para los amigos) se le nominó una calle del Pueblo, que ahí sigue.

                              Cómo relatan la Catástrofe.

    El maestro del Pueblo, que es un hombre de aspecto fuerte y que salvó la vida de su familia y otras personas, entre ellas la del cura, (uno de los muchos héroes, lástima que obviaran su nombre) nos decía que a las once de la noche del día 22, efecto de las pertinaces lluvias, el rio Órbigo  desbordóse un kilómetro más debajo de Manganeses de la Polvorosa, originando una manga que vino sobre el Pueblo, sorprendiendo al vecindario, que en la indecisión de los primeros momentos, y no pensando más que en salvar sus vidas, abandonó sus casas, estableciéndose parte de él en el puente que sobre el rio Órbigo hay cerca de Santa Cristina, y los restantes en la dehesa de la casa de la Patilla, o de la Cervilla. Estos que se dirigieron a la dehesa iban con el fin de cortar la carretera y dar salida al agua que sobre el Pueblo se venía, cosa que no pudieron conseguir, así como volver al Pueblo, quedando incomunicados.

    Hubo momentos de verdadero terror, en los que se hicieron grandes heroicidades. La superficie de las aguas alcanzaba muchos kilómetros, y estas siguieron subiendo durante el día 23, alcanzando un nivel de 4 metros, 20 centímetros, según la escala que hay en el puente, atravesando el Pueblo a una altura de dos metros y medio.

    Ha sido una verdadera casualidad-decía el maestro- que nos hayamos salvado todos, pues según el ímpetu de las aguas, todos creímos perecer.

    Y señalándonos una casa derruida, añadía, allí estuvieron veinticuatro horas en peligro Pedro Cavero, que es un viejo de 65 años y dos ancianos más, siendo salvados merced al arrojo de que el vecindario ha dado pruebas. Todos héroes, todos mártires.

 

 

    En los periódicos del 28 y 29 de diciembre, vienen algunos resúmenes de las pérdidas materiales en distintas comarcas de la Provincia. La más perjudicada fue, sin duda alguna, la de Benavente, y dentro de esta comarca, en bienes materiales, Santa Cristina. Anteriormente hice mención a las muertes de Villaveza, eso no tiene ninguna comparación.

Santa Cristina Polvorosa

     También en el del día 29 aparecen reconocimientos a determinadas personas, algunas de ellas relacionadas muy estrechamente con Santa Cristina.

                            Santa Cristina Polvorosa

Para una recompensa.

    La merecen muy mucho los guardas jurados de la casa de la Señora Condesa de la Patilla, Sebastián Domínguez, (guarda mayor) Aniáno Navarro y Baltasar Domínguez, que, con gran arrojo, y exposición de sus vidas salvaron la de muchos vecinos de Santa Cristina, refugiados en los montes de Requejo, Jaral y Cejinas, a quienes proporcionaron albergue, ropas y comida.

 

                                  El Sargento Martín Rubio

    Es digna de gran elogio la conducta y comportamiento del sargento de la guardia Civil D. José Martín Rubio, por haber salvado la vida a muchos vecinos de Santa Cristina y Villanueva, sin reparar el grave peligro que corría, pues hubo sitios en lo que le daba el agua por la cintura.

    El Gobernador civil Señor Arias de Miranda dio conocimiento al Sr. ministro y ha propuesto a dicho sargento y fuerzas a sus órdenes para una recompensa.

 

                                      Buen comportamiento.

    Ha merecido laudatorias frases de todo el pueblo benaventano la conducta observada por el ex diputado a Cortes Señor Tordesillas, que no solo ha dirigido consuelos de palabra a los…. lo siento, aquí se cortó la copia.

Santa Cristina Polvorosa

Santa Cristina Polvorosa

 

 

 

 

 

 

 

Fotografía de D. Leopoldo Tordesillas.         Fotografía de D. Luis Morán

Benefactor de este Pueblo -riada 1.909              Benefactor riada 1.920

  Con este capítulo cerramos la serie de “SANTA CRISTINA— RELATOS “

¡!Por fin hemos llegado!!